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Amor verdadero

  • Foto del escritor: Carmen Liñán Grueso
    Carmen Liñán Grueso
  • 11 nov 2021
  • 2 Min. de lectura


¿Qué es el amor verdadero? Tal vez el amor de un padre, sacrificado por su hijos hasta la extenuación, que saca tiempo de donde no tiene para enseñarles a montar en bici, o para ayudarles con el proyecto de tecnología. O tal vez el de una madre, que siempre encuentra una disculpa para los errores de sus hijos, ciega de amor, en un intento vano de facilitarles la vida. O tal vez lo sea el de los adolescentes que descubren el sabor del primer beso, ebrios de deseo.

Todos estos ejemplos son amores ciegos, no verdaderos. El verdadero amor conoce tus defectos, tu lado oscuro, y aun así, permanece a tu lado, disfrutando contigo tus éxitos y lamiendo las heridas de tus fracasos. El amor verdadero es el que te acompaña a lo largo de todo el camino, en días soleados o lluviosos, por veredas de montaña o autopistas asfaltadas, el que comparte contigo la última cucharada de helado, el que sabe cómo te gusta el café. Es el padre de tus hijos, a los que enseña a montar en bici y les ayuda con los trabajos de tecnología. Esos hijos por los que tú estás ciega y él también, a los que les disculpáis juntos todos los errores, en un intento de que su vida sea lo más suave posible. Porque los dos sabéis que la vida puede ser muy áspera y muy dura. Lo habéis experimentado juntos. Juntos y solos. Desde ese día que descubristeis el sabor del primer beso, ebrios de deseo, inocentes, ingenuos, sin saber lo que venía detrás.

El amor verdadero acepta a su amor tal como es. Sin pretender cambiarlo, sin permitir que te cambie, sin cambiar por él. Esa es la fórmula mágica. No se puede cambiar a las personas, ni se puede cambiar por ellas. Eso, al fin y al cabo, es una forma de hipocresía que no perdura. Una actitud fingida por agradar al otro, que más tarde o más temprano, pesa como una losa y aplasta la relación. Porque lo que al principio hacemos espontáneamente, con los años se convierte en un trabajo imposible, porque no forma parte de nuestro carácter, porque es postizo.


Carmen Liñán, 16/07/2018


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